Hay conversaciones que son silenciosas aunque el arte exprese a gritos. Hay diálogos que esperan siglos para producirse. Hay espejos que merecen ponerse frente a frente, Y esta vez, conversan Velázquez y Murillo, dos de los principales maestros de la pintura barroca de este país, en el hospital de los venerables en Sevilla.
Podrán disfrutar de nueve obras de Velázquez fechadas entre 1617 y 1656, y diez de Murillo, datadas entre 1645 y 1680, en ellas se puede admirar una «luminosa inteligencia pictórica, un gran virtuosismo técnico, una
natural habilidad de llegar a lo esencial de la experiencia humana y de comunicarse con el espectador de una manera directa».
Se verán las nuevas iconografías de devoción, o innovadoras formas de fijar la vida cotidiana y la intimidad familiar, desarrolladas por Velázquez y Murillo acompañado del tenebrismo y la fuerte influencia religiosa que predominaba en la época.
Por primera vez pueden admirarse juntas las dos Inmaculadas de Velázquez, la de la National Gallery, y la de la Fundación Focus, y junto a ellas, la de Murillo, considerado el intérprete por excelencia de la Inmaculada perteneciente al Nelson Atkins Museum de Kansas City, que nunca antes ha formado parte de una exposición en España.Las tres Inmaculadas tienen similar tamaño y comparten una misma actitud recogida, si bien el tono de Murillo es mucho más luminoso que las sombrías escenas velazqueñas.
La intensidad emocional de «Las lágrimas de San Pedro», de Velázquez, se ha confrontado con «San Pedro Penitente de los Venerables», de Murillo, obra que, tras su compra a un coleccionista británico y su restauración en el Prado, ha vuelto a ocupar su lugar originario en la sede de la Fundación Focus.
Los otros grupos confrontados son la Infanta Margarita de Blanco, de Velázquez, y ‘Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, de Murillo, y las obras de género que representan a gente humilde en entornos modestos y cotidianos, alguna de las cuales contiene bodegones sobresalientes. Dos mozos comiendo, cuadro en el que Velázquez despliega sus recursos en «la imitación de la realidad» y las obras de Murillo ‘Niño espulgándose, que parece continuar la tradición temática establecida por Velázquez, y Tres muchachos, escena reveladora de las relaciones sociales y raciales de la Sevilla posterior a la peste de 1649.
Seguimos en Sevilla y del barroco nos vamos a la fotografía contemporánea en el Casino de la exposición, donde podremos disfrutar de la obra de Joan Fontcuberta.